miércoles, 16 de marzo de 2011

La XVII


Cuánto por decir. Varios años hacen ya desde que empecé a saber de esto. Mucho ha llovido, a veces chuzos de punta. Pero el viento viene como quiere, la cosa está en adaptarse a él.

Recuerdo la camiseta “Bomberos. Brigada forestal contraincendios” que me puse en un rincón de Zaragoza, hace mucho tiempo. Tenía su punto. Sobre todo sabiendo de quién era. Los eternos veranos… Sabiendo que un conjunto de personas se reunían, se juntaban para hacer vivir al monte. O al menos para salvarlo de morir. Lo bueno es que iban porque les daba la gana. Nada hay más fuerte que el corazón de un voluntario, oí decir en una película. Demonios, qué razón lleva. Sé de lo que hablo. Nadie te ha metido ninguna idea en la cabeza, nadie te ha dicho que debas hacer eso. Es más, si la gente supiera por lo que pasas, si llegaran a hacerse una idea de lo que pones en juego... Muchas personas nos atarían a la pata de una mesa para que no saliéramos de casa. Supongo que en cierto modo ahí está el juego. Que sólo los que lo han vivido, saben qué es, solo ellos llevan tatuado a fuego todas esas experiencias en algún lugar de su mente, de su memoria, de su vida, en definitiva.

Pero… ¿qué estaba diciendo? Mi mente se pone a divagar y cuesta frenarla. Ah, si. Los eternos veranos. Desde muy lejos oía casi cada día, el testimonio de la vida en la base y fuera de ella. El 25 de julio. Las tartas de Santiago que la XVII pocas veces ha comido, llegaban demasiado tarde, solo quedaban los envoltorios. Después de un más que probable duro día. A algunos los he conocido virtualmente. A otros no. Pero creo que no me costaría identificar a más de uno. Caballos salvajes, ciervos heridos, olor a eucalipto quemado… Respeto, algunas veces miedo, pero siempre controlado por una calma extraña que no sé de dónde sacan, cuando el ruido del bosque arder no les deja ni siquiera comunicarse.

Sin duda ha sido éste verano pasado el que menos información de lo que ahí ocurría he tenido. Pero recuerdo un día por la mañana, recién levantada, en el que por inercia o por despiste encendí la televisión. Sober estaba ardiendo. De repente una bola en mi estómago decidió que se quedaba instalada ahí ese día. Si estaba saliendo por la televisión… podía imaginar las dimensiones de lo que estaba pasando. Sin duda me quedaba corta.

Pero la verdadera bofetada, me la llevé el último día de agosto. Cuando, no sé si por casualidad o por necesidad, me encontré con él en Madrid. Ahí esperaba donde siempre, junto a la boca de metro. Pero ya desde lejos percibí a una persona distinta. Bueno no distinta, pero sí cambiada. Y no hablo de las secuelas físicas. No sabría explicarlo. Era como si todo lo que había pasado, todavía estuviera cicatrizando, como una extraña sensación de haber escapado por los pelos.

Ya han pasado meses desde entonces. Pero creo que no me equivoco al pronosticar que este verano que viene, volveré a saber de la XVII.

martes, 15 de marzo de 2011

No dejes que este mundo roto estropee tu sonrisa

Echo de menos tu ezkharit, tu argees, tus melfas, tu té. Echo de menos tu olor, tu arena, tu sol abrasador. Echo de menos tu gente, tus valientes mujeres, tus héroes de guerra, y también tus héroes anónimos. Echo de menos tus dunas serenas, tus noches turbadoras, tus días de calima y color. Echo de menos tu voz, tus anhelos. Echo de menos tu inmensidad, tu nada abierta ante mis ojos.

Calma, creo que pronto volveré.

http://www.youtube.com/watch?v=gjK4DrDGcWY

SAHARA LIBRE

viernes, 4 de marzo de 2011

Gemelos

Ésta es la historia de dos gemelos, que nacen en una familia. A uno de ellos, le dan para alimentarlo un kilo de pollo al día, durante 15 años. Al otro gemelo, le dan los hierbajos del jardín para alimentarlo, y algunos días apenas come nada, también durante 15 años.
¿Qué habría que hacer para equilibrar la alimentación de éstos dos gemelos a partir de ahora?


Ésta es una de las mejores metáforas que jamás he oído para explicar la discriminación de género.

Partimos iguales. Pero las distintas sociedades a lo largo de los siglos nos han hecho creer a las mujeres -y a los hombres- que éramos el sexo "débil", que no servíamos más que para la esfera privada del hogar y la familia, y que el sexo "fuerte" debía protegernos, pero también maltratarnos a gusto de rancios patriarcas, perversos sistemas políticos y sucios estamentos eclesiásticos.

No creo que al primer gemelo haya que privarlo de pollo los restantes 15 años de su vida, para compensar al otro. Creo que ambos deben tener su ración de pollo diaria, desde ya. Y el primero debe acostumbrarse a ver comer al otro la misma comida que él, a su lado, ni delante, ni detrás.

Creo que con el esfuerzo y la voluntad de todos y todas, hombres y mujeres acabaremos siendo lo que nacimos: gemelos.