miércoles, 11 de agosto de 2010

Terapeutas

Supongo que nadie nos preguntó si queríamos serlo. O tal vez sí. Es curioso cómo ciertas personas dedican toda su vida a comprender, esclarecer, y tratar de guiar a los demás y sus problemas. Es curioso cuando, te encuentras con el DSM-IV en la biblioteca, o en alguna conversación, y te sonríes, o más bien te ríes directamente. Cuando empezaste esta carrera pensabas que el cenit de la sabiduría en patología mental estaba allí, en ese manual, en ese enorme manual lleno de códigos y criterios diagnósticos. Cuando en segundo curso, orgullosa, te lo llevabas a casa, para consultarlo en alguna asignatura. Pero.. qué pronto el manual se queda corto. Como un vestido de adolescente que una mujer de 22 años se intenta poner. Se rompen las costuras. Al principio da miedo, es un miedo ansioso, porque..¿qué ocurre ahora? ¿Qué nos queda?. Hemos aprendido y también hemos dejado atrás miles de conceptos, desde la fiabilidad interjueces, la bondad de ajuste, la teoría PEN de Eysenck, el análisis funcional de la conducta, la hipótesis diátesis-estrés de psicopatología… Los descubrimos, los asimilamos, los aprendimos, y ahora contamos con ellos, están ahí, pero cuando tratas de usarlos, chas!, se rompen las costuras. En cierto modo me gusta, me gusta esa ruptura. Ese pequeño grito de la naturaleza humana, que dice, no conseguirás reducirme a un vestido que me queda pequeño, no conseguirás recluirme en un manual diagnóstico, no conseguirás describirme por completo mediante ninguna hipótesis.

Amo con todas mis fuerzas, esa rebeldía, ese olor a novedad, ese continuo reto. No sería yo, si no lo amase.