And so it is, just like you said it would be. Dice una canción.
Nunca te creí. Pensé que te conocía, que creía que ya todo sabía de ti, creía que podía predecir tus palabras, tus movimientos, tus impulsos incluso. Qué equivocación más estúpida.
Después de todos estos años, las cosas han cambiado mucho. Todos tenemos las armaduras abolladas, unos más que otros sin duda. La vida nos llevó por batallas abiertas, de esas que sabías que iban a ocurrir. Pero también nos llevó por astutas emboscadas, de las que algunos guardamos cicatrices profundas, y heridas internas que el tiempo dirá si se curan o no.
Te encontré, Remat. Permanecimos juntos. Pero comenzaron las batallas demasiado pronto. Creímos que las aguantaríamos todas, por un momento nos sentimos invencibles, como si formando el equipo que formábamos, como si fusionándonos en uno, consiguiéramos poderes especiales para dar la espalda a esa guerra descarnada que iba a comenzar.
Fue solo una ilusión. No pudimos con todo. La vida nos sobrepasó. Nos arrolló por completo, veíamos cómo se acercaba la locomotora de aquel tren, pero no podíamos separarnos de las vías. No pudimos.
No podemos enfadarnos por un pasado que se fue, sino alegrarnos al mirar atrás, y sonreír porque todo aquello lo vivimos juntos. Comparar nuestras cicatrices, sonreír al mirarlas porque seguimos vivos, caminar al mismo tiempo hacia un futuro en calma que viene despacio pero firme.
lunes, 31 de enero de 2011
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