Acabo de leer algo que escribí un sábado de marzo de 2007. Algo hay en estas líneas que hoy me llama la atención:
¿No notas nada extraño? Me tiemblas los labios. Recién te veo, y te reconozco aunque nunca antes te había visto. Encerrada en un espacio pequeño, en una habitación, en una calle de una cuidad enorme. Quisiera poder volar, por encima de todo, sobre todas las cosas hacinadas, volar mientras el aire me da en el rostro, volar vacía, sin cadenas, volar cada día mas alto […].
Supongo que esto va en serio, supongo que es imparable, supongo que ya he soltado el freno. Pero mi cerebro me retiene contra mi voluntad, me grita tan fuerte que me aturde. Puede que tan solo sean magulladuras, tan solo torpezas, tan solo proezas de vidas viudas. Cicatrices. Cicatrices que me recuerdan cada día quién soy.
Y es que sin haberme tan siquiera dado cuenta, voy Hacia lo Salvaje.