miércoles, 7 de abril de 2010

A

Hace ya tiempo me prometí, entre otras cosas, que cuando empezara a ver la luz en el largo túnel, lo contaría y haría una entrada sobre ello. La idea del título me la dio Nacho Cano, si si, el músico español. Muchos os sorprendereis, porque no teniais ni idea de que este personaje llegara a gustarme. Lo cierto es que hace ya mucho tiempo fui a un musical suyo, y me encantó, a pesar de que el tipo de música que hace no me encandila. Lo que me gustó fue que un musical, es mucho mas que música, que te hace sentir emociones, que evoca sentimientos. Ahora Nacho Cano está llevando a cabo un nuevo musical, que se llama A. Sin más. Él le ha llamado así para que cada persona que viva ese espectáculo, le ponga el nombre que quiera, lo que más le guste, lo que haya sentido, empezando por la letra A.

Para mí esto que ahora empiezo a vivir se llama A, de Avanzar.

Empezaré con algunas citas de Louise Hay, que, sin querer, me han abierto posibilidades:

No podemos cambiar a otras personas, de modo que dejémoslas en paz. Gastamos muchísima energía intentando hacer que los demás cambien. Si empleáramos la mitad de esa energía en nosotros mismos, podríamos llegar a actuar de otra manera, y entonces los demás reaccionarían de modo diferente”.

Las personas que tienen o han tenido un animal doméstico, saben lo que es llegar a a casa y que salga a recibirte a la puerta. No le importa la ropa que lleves, ni si eres viejo y tienes arrugas, ni cuanto dinero has ganado ese día. Al animal sólo le importa que estás allí, su amor es incondicional. Haz eso contigo mismo, emociónate por estar vivo, y por estar aquí. Eres las única persona con la que vas a vivir siempre, acéptate sin condiciones y de todo corazón”.

¿Os dicen algo estas frases? Puede que todavía no. O incluso os moleste leerlas, os incomoden. Es buena señal, a mi me pasó lo mismo. Tuve que leerlas varias veces y pensarlas buen tiempo, hasta que poco a poco, les comencé a dar significado.

En este tiempo he leido y estado en contacto con la enfermedad. Más de lo que hubiera deseado tal vez, pero al fin y al cabo, de todo resulta, queramos o no, un valioso aprendizaje. Yo no tengo, ni he tenido cáncer. Es una palabra que horroriza, cuesta pronunciarla y sacarla fuera, pero ciertamente, quien más quien menos, ha perdido muchas horas de sueño por la supuestamente maldita palabra. Estoy viendo y acompañando casi cada semana a una persona cercana a mi que está muriendo por ello. En mi familia hay un pavor generalizado por esta enfermedad, y los mensajes que se intercambian entre mis familiares son del tipo “si alguna vez me dicen que tengo cancer, dejadme morir tranquilo”, o “qué horror prefiero ni pensarlo” o “es lo peor que le puede pasar a alguien”. A mi antes me producía el mismo pavor esta palabra. Pero de un tiempo a esta parte, cambié de parecer. Cuando oía a mis familiares con sus afirmaciones negativas, les decía: espero realmente que no penséis así, porque si alguna vez os toca pasar por el trance os sentenciaréis a muerte a vosotros mismos, porque no os permitís ni un mínimo margen de acción para vosotros mismos, toda la fuerza y todo el poder se lo dais a la enfermedad, y nada para vosotros mismos, si ocurre, ciertamente el cancer estará ahí, pero no olvidéis que no es un ente propio, recordad que lo ampara un cuerpo, una mente, y un espíritu, y eso es lo que os dará el margen de maniobra necesario. Sus respuestas eran: pero mira como esta persona , y esta otra, y la de más allá han muerto. Y entonces yo les contestaba con todas las personas que también conocemos que lo han vencido. Ponían cara de extrañeza, y admitían al final: si bueno, es verdad. Es realmente increíble como esta dichosa palabra hace ver siempre la botella medio vacía, cómo a esta palabra le concedemos un poder desorbitado. De todo esto empecé a darme cuenta, en algunas clases, en mi carrera cuando se hablaba de un señor, un tal David Spiegel, que trabajaba con enfermos y enfermas de cancer, sobre métodos psicológicos y sociales que actuaban sobre el sistema inmune de los seres humanos. A partir de ahí comencé a interesarme más por la neuroinmunología, y comencé a darme cuenta de que efectivamente, el sistema inmune es transversal a la mayoría de las enfermedades que podamos desarrollar. Bien, pues siguiendo una lógica muy sencilla, y sin caer en explicaciones adornadas por la jerga médica y psicológica, pensad lo siguiente: si las personas podemos actuar desde fuera a través de métodos psicológicos y sociales sobre nuestro sistema inmune y sobre nuestra propia fabricación de hormonas, también podemos actuar sobre casi cualquier enfermedad.

No pretendo decir nada mas - y nada menos- de lo que he dicho. Es de una certeza aplastante, y es un argumento científico. Puedo daros a partir de aquí decenas de argumentos de corte existencialista, social, e incluso trascendental, pero creo que esos debe construirlos cada uno.
La moraleja debeis sacarla vosotros. La mía es que hay muy pocas cosas en la vida sobre las que no podamos hacer nada. Y ese es el gran aprendizaje: no importa lo horrible que sea una situación, lo dura que sea una enfermedad, o lo dolorosa que sea una etapa de nuestra vida, porque siempre, siempre, podemos actuar sobre ello, en mayor o menor medida.

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