Hoy he vuelto a vivirla. Revivirla, sentirla… como siempre, tan serena, tan feliz, tan abierta, tan simple, con su olor a tomillo y tierra mojada, a rosas y romero. Con sus imágenes tranquilas, con sus personas buenas, con su aura de protección y alegría. Hoy me ha envuelto su espíritu grácil y bondadoso. Y no he estado sola, gracias por acompañarme y compartir tantas sensaciones conmigo.
El mejor regalo del mundo: tarta de infancia dulce. Nos ha gustado a los dos. De nuevo, miles de gracias.
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