A la mierda. Necesito hundirme de nuevo. Como siempre, es necesario hundirse bien hondo para salir después bien arriba. No se puede luchar contra la dualidad. En este mundo todo tiene dos versiones, dos partes indivisibles. Y la una no puede existir sin la otra. Ahora toca un poco de sombra.
Como cuando bajas una escalera con algunos peldaños rotos, y sabes perfectamente que algunos están rotos, pero sigues bajando. Tarde o temprano tropezarás, y te harás un rasguño. Pero si no tienes tanta suerte tal vez acabes rodando hasta el próximo descansillo. Esto va por todos esos valientes a los que no les importa acabar rodando hasta el descansillo.
Supongo que ahora entiendo un poco más ese gusto por la decadencia, esa tendencia que condiciona ciertas vidas, y las hace endiabladamente bellas, torturadas y tortuosas. Pintadas de un tono ocre, con demasiadas pinceladas densas, mal dadas, con demasiada emoción depositada en el pincel. Con demasiada rabia como para poderla plasmar en un trazo. A veces con demasiado de todo, y otras con demasiado de nada.
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